Las manos del Señor (Weyne Forte)

Llegas a una humanidad doliente que se asoma cada mañana al cielo con una lágrima como oración. Llegas vivaz, aun siendo niño, como un pichón de paloma, aún sin plumas, pero con un brote de olivo en tu mano anunciando la apertura de una tierra nueva, de una tierra firme que tu dedo apunta y que necesitamos aprender de tu palabra que se empieza a pronunciar en tiernos balbuceos de un lenguaje nuevo. Desnudo de mentira solo buscas un pequeño nido donde hacer crecer la esperanza que nos traes, donde abrir el arco iris en medio de la lluvia de lágrimas de la humanidad.

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