Reflexión sobre el evangelio del domingo XX (Mt 15, 21-28)
Demasiado rápidamente pensamos que la percepción que tenemos de las cosas coincide con su verdad. Sin embargo, nuestra forma de mirar y de sentir es deudora de una historia que nos ha hecho fijarnos en unas cosas y no en otras, valorar determinadas realidades y despreciar otras, y todo ello de manera inconsciente. Fácilmente estas percepciones quedan en nosotros como si fueran verdades absolutas. Algunas nos hacen sentir cómodos, otras nos generan intranquilidad e incluso angustia.
Con Dios pasa algo similar, su imagen está mezclada
en nosotros con estas ideas nuestras que hacen que su presencia no sea del todo
lo que él quiere, sino también una fuente de justificación de nuestros juicios
y divisiones, de nuestros sentimientos de superioridad o de nuestros miedos a
no ser nada ni valer nada. De esta manera se convierte en un ídolo o en un
fantasma irreal y pernicioso.
En el evangelio de hoy Jesús construye, como otras
veces hicieron los profetas (ver, por ejemplo, Ezequiel 12, 1-12), una especie
de representación ante los discípulos para mostrar la perversidad de un Dios
hecho a la medida de nuestras fronteras, a la medida de nuestros juicios que
termina por no percibir la misma carne y la misma sangre que nos constituye, la
misma vida que Dios ha creado igual en todos, el proyecto de reconciliación y
unidad que habita su corazón.
La cananea, pese a saber que el Dios ‘predicado’
parecía rechazarla, confía en que pueda ser algo distinto y sepa fijarse en su
vida necesitada (como diciendo en palabras de Jacob: “no te soltaré hasta que
no seas un Dios de bendición”). Y esto es lo que deberán aprender los
discípulos que querían despachar a esta mujer con una buena acción que mantenía
intacto, pese a las apariencias, el desprecio por ella, como se trata a un perro
al que se le da las migajas.
Jesús en esta escena se convierte en un actor del
Reino que esta vez representa la mentira del mundo para que quede expuesta a la
luz y se disuelva, si es que tenemos “ojos para ver y oídos para oír”.
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