EL DESIERTO EN CASA - VI. El horizonte

Uno de los pasajes más difíciles de entender de la Biblia es la negativa de Dios a dejar entrar a Moisés en la tierra prometida. Cuando ya está a tiro de piedra Moisés sube al monte Nebo y desde allí contempla la tierra prometida que Dios va a dar a su pueblo, pero allí muere. 

Para mí esta subida no es sino el movimiento de oración de Moisés que le hace comprender, en cada paso que ha dado por el desierto, la verdad de la palabra que les ha guiado. Es en la oración, en la intimidad que se eleva al cielo (en el monte) donde puede ver esta tierra cuando el pueblo no la ve. Se trata de un don de Dios, que podemos ver en nosotros también. Se trata de hacernos creer en su promesa, de hacernos saber que el futuro que promete al camino de nuestra vida es real, aunque no lo podamos recibir nunca del todo en esta vida, y de darnos fuerzas para avanzar hacia él. De esta manera, cuándo cultivamos la oración el Señor nos hace saber, como a Moisés, que el esfuerzo de nuestro camino no es en vano, que la puerta que nosotros no podemos atravesar nunca para entrar en una casa sin desiertos Él mismo la abrirá un día. 

Mucho tiempo después, Pedro, Santiago y Juan contemplarán a Moisés envuelto en la luz de Cristo trasfigurado, acogido en la tierra de luz y vida que es Cristo mismo para todos. Así pues, quizá Dios nos pida, a los que hemos recibido el don de la fe que lo cultivemos en la oración para que, poco a poco, pueda convencer a nuestro corazón del futuro eterno que tienen los caminos que nos invita a recorrer. Quizá así, incluso sufriendo los mismos desiertos que todos, podamos convertirnos en compañeros de esperanza para los que nos rodean.


Pintura de James Tissot

Comentarios

  1. Parece tan bonito, pero nuestros desiertos demasiadas veces se hacen interminables
    Gracias Paco muy revelador.

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