DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B (1Re 19, 4-8 16; Sal 33, 2-9; Ef 4, 30–5, 2; Jn 6, 41-51)

Desde siempre los hombres religiosos han desconfiado de que el mundo y la propia vida, dada su limitación, su pobreza, su fragilidad, su fealdad, etc. den de sí para contener a Dios. Por eso han percibido la presencia de Dios fundamentalmente en lo que el mundo tiene de permanente, de fuerte, de hermoso. Esto responde a una intuición verdadera pero limitada que termina por dividir el mundo entre lo que sería asumible por Dios y lo que es rechazable, lo que es el espacio propio de Dios y lo que está dejado de su mano. Una división que nos ciega para ver su verdad más profunda en relación al mundo, a saber, que todo es obra de sus manos, que todo es amado, que todo está llamado a participar de su gloria. 

Esta es la revelación que se ha ido abriendo paso a través de los siglos y que llega a su culmen en la vida de Jesús, en la qua la creación y la vida, tal cual es, acontece como manifestación de una presencia de Dios como amor que acompaña, envuelve y plenifica.
Ahora bien, para reconocer esto hay que aprender de Jesús a acoger la vida sencilla, pobre, contradictoria y hacer de ella un lugar de exuberancia de la fe y del amor. Habitualmente preferimos atarnos a ese dios reducido a los poderes y glorias de nuestra vida, exaltándolo en liturgias demasiado separadas de la vida. Esto hace que, como les sucedió a los hombres y mujeres del evangelio de hoy, no sepamos reconocer la presencia de Dios en "el hijo de José", en la vida tal cual es.
La vida cristiana se revela, sin embargo, como una existencia que acoge todo lo que existe en ella y lo alimenta de la vida misma de Cristo. Por eso, nuestro verdadero y último servicio litúrgico es el que el mismo Jesús realizó y que actualizamos en la eucaristía para aprender a vivir en verdad. Se trata de coger la propia vida y la vida del mundo en nuestras manos y ofrecerla entera a Dios con su mismo espíritu. Es este mundo así alimentado el que vivirá para siempre.


Pintura de Caitlin Connolly, Empujando contra las mismas cosas 

(de su proyecto 'Colaborar con el caos', donde utiliza las pinturas caóticas de sus hijos gemelos para componer sus pinturas. Ver: https://www.caitlinconnolly.com/collabwithchaos)

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