¿Dónde está Dios?
Por otra parte, hay otro asombro que nace del exceso del sufrimiento y del mal y que llamamos escándalo. De este nace, casi involuntariamente, un grito de queja y una súplica a la que le es fácil percibir a Dios como en negativo, como un hueco vacío necesario de llenar. Si no existiera Dios, parece decir la queja, debiera existir para poner orden y sanar tanto dolor.
En la historia de la revelación Dios se deja ver siempre en acontecimientos históricos donde se muestra como una presencia de vida que hace que la realidad y las personas den de sí desde dentro y hasta niveles impensables, incluso para ellas mismos.
La oración entonces tiene una parte importante de atención a la vida concreta, de reconocimiento del misterio que habita la realidad sin tener que recurrir a sucesos paranormales. Y, por eso, no hay que buscar la presencia de Dios en sucesos extraños, sino que puede reconocerse en esa sobreabundancia que nos habita y en esa querencia hacia el bien que protesta contra todo lo que destruye la vida.
Creer en Dios, de esta manera, no nos arranca del mundo, sino que nos sumerge en él a una profundidad donde no hacemos pie, donde no podemos hacer más que confiar y desde la cual somos llamados a dar de sí cada día, y cada día más.
Pintura de David Zawko., Light and Materiality.
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