III DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Sof 3, 14-18a; Salmo: Is 12, 2-6; Filp 4, 4-7; Lc 3, 10-18)
LUCÍA. UNA HISTORIA DE ADVIENTO (4)
Pero era evidente que también allí, en ese hogar de vida,
se tenían que levantar palabras contra la oscuridad que no querían dejar fuera
los que allí llegaban. Alguna vez sufrió Lucía exigencias abusivas y tuvo que
soportar malas formas, e incluso en una ocasión creyó sentir que la
extorsionaban. En esas ocasiones buscaba aferrarse a Juana hasta que un día
esta le dijo con una aparente displicencia que le dolió: “Suéltame, no soy tu
flotador. Si ya has visto la luz, déjate quemar por el fuego”.
Pero Lucía no entendió qué quería decirle y pasó un
tiempo sin volver, defraudada y con el sentimiento de que la luz que había
experimentado era solo una ilusión.
Una tarde, mientras hablaba con algunos amigos, en una de
esas conversaciones que entran en bucle y de las que no se sabe salir presa de
la queja y el desaliento frente al mundo, recordó que en uno de los folletos
recogidos en la casa de la fraternidad había leído: “No te dejes fascinar por
el mal”, y comprendió.
Volvió antes de que cerraran esa noche y al entrar,
entregada al silencio, solo dijo: “Que el fuego de tu presencia queme la
oscuridad de mi mirada”.
Pintura de Jylian Gustlin, Colección: Lifedrawing
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