NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. Ciclo C (Is 9, 1-6; Sal 95, 1-3.11-13; Tito 2, 11-14; Lc 2, 1-14)
Desde aquel día en que Lucía había decidido no encender una luz artificial para acercarse a Dios y dejar que fuera Dios mismo quien se dijera en medio de la oscuridad, todo había cambiado mucho.
A medida que había abierto hueco en el espacio oscuro de su interior, primero con miedo y luego con algo más de confianza, la luz había ido apropiándose de ella y se encontraba más llena. Pero, ¿llena de qué? Ella misma no sabía que responder muy bien, pero lo cierto es que sentía una fecundidad naciente que nunca se agotaba y que atraía a muchos.
De
hecho, en su portal siembre había alguien, impregnado de oscuridad, que llegaba
atraído por un rumor de luz que se extendía por el barrio. Y todos hablaban de
ella como una luz guía que daba algo que no se podía explicar y que hacía nacer
algo que todos descubrían que llevaban dentro.
De
esta manera Lucía se hizo más famosa que Juana que la miraba admirada y alegre
de que los caminos de muchos, junto a aquella chica antaño vacilante, se allanaran.
Y
así fue como el adviento llegó a su fin, un fin que era un inicio lleno de
futuro en cada momento, un inicio escondido en el que ya siempre podía
escucharse la gloria de Dios visitando, a todos los que le abrían la puerta,
con su paz.
Pintura: ARCABAS, El sol en las entrañas.
Comentarios
Publicar un comentario