DOMINGO VII DEL TIEMPO DE PASCUA. CICLO C FIESTA DE LA ASCENSIÓN (Hch 15, 1-2. 22-29; Sal 66, 2-8; Apoc 21, 10-14.22-23; Jn 14, 23-29)

Los hombres conocemos diversidad de cielos: el cielo protector, sereno, luminoso, acogedor como una bóveda que pacifica la vida, pero también la amenaza de un cielo arbitrario e indiferente a nuestras necesidades, un cielo oscuro y amenazador. Conocemos el cielo estrellado, bello y luminoso en su misma oscuridad, pero también el cielo invisible y opresivo de las noches que oscurece el corazón y lo llenan de miedos. Conocemos igualmente diversidad de nubes que lo adornan o lo ocultan: cirros fríos que, sin embargo, indican buen tiempo, cúmulos esponjosos que relajan la mirada que se eleva a la inmensidad del azul celeste, nimbos que se presentan siempre amenazantes, vestidos de un gris violento, llenos de agua incontrolada y dañina. Estas experiencias simples han servido a los hombres como signo de lo divino, como signo de un poder que los envolvía y que se presentaba ambiguo, que alternaba bendición y maldición, belleza pacificadora y violenta fealdad. Es en este contexto donde la fi...