SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD - CICLO C (Prov 8, 22-31; Sal 8, 4-9; Rom 5, 1-5; Jn 16, 12-15)

Al nacer iniciamos siempre un camino de acogida de la vida a través de una historia familiar, a través de las formas de ser y de estar que tienen entre ellos, de sus formas de ser y estar en el mundo, de sus trabajos y de sus celebraciones. Somos integrados progresivamente en su manera de mirar, de sentir, de vivir. Podríamos decir que cada familia tiene una sabiduría peculiar, un espíritu de vida propio que se nos va ofreciendo como nuestra propia forma de ser en el mundo, por más que en un determinado momento el ser nosotros mismos requiera tomar distancias de algunas de estas formas y maneras.

En el evangelio de hoy se nos habla de que el Espíritu de Dios se nos entrega para que nos integremos en la familia misma de Dios, en su vida de relación en la que no existe el uno sin el otro, donde no cabe la indiferencia que tantas veces hiere la vida de los seres humanos; en la que la identidad de uno vive para la glorificación de los otros y no hay espacio para la envidia que tanto oscurece nuestras relaciones; en la que la fuente última de todo es una generosidad creativa y sin límites que nunca se agota y no esa mezcla de generosidad e intereses que caracteriza nuestras relaciones.

Al ser adoptados por Dios Padre, al darnos espacio en el mismo ser de su Hijo, al impulsarnos de continuo por ese Espíritu que les hace ser amor y solo amor, somos adentrados en un itinerario de horizontes siempre nuevos, siempre gratos, siempre limpios donde la vida puede realizarse y descansar al mismo tiempo.  

Aunque el camino no es siempre sencillo ya que el itinerario de vida en esta familia nueva supone sobrepasar los viejos límites de nuestras familias de sangre, de partido, de raza, de intereses, de ‘yoes’ que no terminan de encontrarse por el hecho paradójico de estar ensimismados. En este camino se nos ha prometido el Espíritu que nos hace herederos en esta familia nueva, la familia de propio ser de Dios.


Pintura de Ivanka Demchuk, Santa Trinidad.

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