Dios, que está ahí

Dios es tan dado al orden y a rutinas como al caos y a la sorpresa, aunque Dios, el Dios verdadero, es el Dios que está ahí, visto o no visto, reconocido o extraño, sorprendente o cotidiano.

Se hace presente en la rutina de una fe que nos acompaña sin que apenas hagamos nada; y a la vez nos sorprende desapareciendo de nuestras sensaciones sin ningún porqué. Y entonces se hace presente como el que falta.

Se hace presente en el orden que nos permite vivir sabiendo dónde estamos y qué tenemos que hacer, presente en nuestra vocación de vida; pero a la vez llega golpeando este orden y esta vocación para que abarque algo más que nuestra tranquilidad, y generando una incomodidad sin la que se convierte en un fetiche o en un ídolo que llevamos con nosotros para sentirnos bien. 

Se hace presente en las oraciones rutinarias que lo llaman y en las que a veces no nos damos ni cuenta de que estamos ante él; y también en un pájaro que atrae nuestra atención con su vuelo o sus píos, en el rio que fluye y que nos pacifica o en el saludo de la brisa del aire que nos acompaña cuando nos despiertan a una belleza que ha querido para nosotros haciéndonos dar las gracias sin saber muy bien a quién.

Se hace presente desapareciendo detrás de nuestra misma vitalidad que brota de una profundidad insondable que habita nuestro ser; y también apareciendo como rival en nuestra conciencia, cuando sentimos la impotencia de la vida para sostenerse a sí misma y le retamos como último recurso, rebelándonos porque creemos que es o debe ser de otra manera y no está a su altura.

Se hace presente en el silencio de una iglesia donde espera que le reconozcamos como alimento de vida, y en el murmullo de una oración compartida donde anhela que al llamarle Padre nos reconozcamos como hermanos; y también se torna impertinente cuando se mete en nuestros enfrentamientos para que no se deshaga el último lazo que nos une a los que queremos ya separarnos hartos de aguatarnos.

Está ahí, en Cristo, cuya vida luminosa se nos entrega en las palabras del evangelio que, masticadas, terminan convirtiéndonos en su propio cuerpo; y también en miles de poemas y cientos de novelas que quieren decir la vida y lo hacen a tientas buscando, aunque no lo sepan, ser buena noticia para alguien

Y es que nada puede separarnos del empeño de este Dios que en su eternidad ha hecho hueco para que nuestra vida sea una con su amor.


Pintura de Emily Garfield. Cityspace #199

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA CELDA. Jornada pro orantibus - 2023

Los ángeles de la noche (cuento de Navidad)