El sabor divino de la vida
La fe y la vida de los creyentes son visitadas cíclicamente por inviernos que ocultan la gracia, la belleza y la alegría que las hicieron nacer. Esta situación marca el inicio de la novela El banquete de Babette, de Isak Dinesen. El inicial desapego del mundo y la fe esperanzada en el Señor de un grupo de cristianos se había ido transformado, con el tiempo, en una vida anodina, triste y resentida que nada tenía que ver con la alegría de los orígenes del grupo.
Aunque no dejaban de recordar una de las frases del fundador: “Los senderos del Señor cruzan incluso mares salados y montañas cubiertas por nieve, donde los hombres no pueden descubrir huella alguna”. Y esto es justamente lo que sucede en la novela cuando una mujer de oscuro pasado, acogida por las hijas del fundador, prepara una cena en la que los sabores del mundo hacen revivir el gozo y la amistad que Dios quiso suscitar para ellos junto con al don de la vida.
¡Da tanto que pensar! Porque la entrega a
Dios no debe hacernos renunciar a la alegría que él quiere para nosotros, y esa
alegría, que encontramos primariamente en las cosas del mundo, no debería
separarnos de la fuente escondida que la fecunda.
Texto en: Isak Dinesen, “El banquete de Babette”, en: Anécdotas del destino, Alfaguara 2002, 49
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