RESUCITANDO QUE ES GERUNDIO
Nadie reconoció a Jesús resucitado sino los que le habían acompañado desde Galilea hasta Jerusalén. Todo pasa como si para llegar al final del camino hubiera que recorrer todo el trayecto sin que pueda saltarse ninguna de las etapas.
Se reconoce a Jesús resucitado si se aprende previamente a mirar con sus mismos ojos porque si no no se ve más que la vida de siempre con sus fracasos y limitaciones. Se reconoce a Jesús si se aprende previamente a sentir con su mismo corazón porque si no no se siente más que el latido de nuestro tic-tac ensimismado y miedoso. Se reconoce a Jesús si se aprende a confiar y esperar con su misma anchura porque si no no se vive más que en un presente que se quiere adornar para olvidar que es una jaula.
En el fondo, se reconoce a Jesús resucitado al
final de un camino en el que el mismo Jesús va resucitando cada una de las
dimensiones de nuestra vida. No se trata solo de pasar a otra dimensión, sino
de pasar a otra forma de ser, la del Dios amor, que se manifiesta como
eternidad siempre viva y siempre nueva en Jesús. Por eso dice Pablo: “Vosotros,
consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. Es en esta
aspiración que se convierte en una forma de vida donde vamos descubriendo el
significado y la presencia del Señor.
Todo lo demás seguramente no es más que una forma
de soñar con paraísos ilusorios que no son más que ideas peregrinas.
Pintura de Roy de Maistre, La cena de Emaús.
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