DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (Jon 3,1-5.10; Sal 24; 1Cor 7,29-31; Mc 1,14-20)
El Reino viene
ofreciendo compasión y pidiendo conversión, ofreciendo una vida distinta y
pidiendo fe en ella, ofreciendo un futuro pleno y pidiendo esperanza y
determinación para buscarlo.
El Reino de Dios viene como un vestido nuevo y renovador, lleno de vida, de justicia, de verdad que desvela todas nuestras trampas escondidas. La primera la de creernos pequeños dioses, la de creernos el centro desde el que puede entenderse la vida y en torno al cual todo debe girar. Las otras, siempre consecuencias de este girar en torno a nosotros mismos, la indiferencia, el desprecio o la utilización interesada de los demás.
El Reino de
Dios, que Jesús proclama y abre para todos, supone que reaprendamos a pensar, a
sentir, a actuar, y no lo identifiquemos con una religión que nos vista de
salvados cuando nuestro corazón y nuestras obras no quieren dejar de estar
perdidas.
Mejor no hacerse
trampas. El evangelio lo da todo, pero al precio de pedirlo todo. Por eso es
necesario orar, como hace el salmo 24: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme
en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y
Salvador”.
Pintura de Mike Moyers, Él les dijo...
Es que es muy complicado cambiar Paco, para eso tenemos que mirar a nuestro interior y sentir un atisbo de ése Reino q Jesús nos anuncia , sin éso es todo fachada pero no nos engañemos más tarde q pronto ésto se ve .
ResponderEliminarGracias Paco