VIGILIA PASCUAL 2024. Relato a modo de Homilía.

I
El Señor lo llamó. Él nunca estaba lejos, por eso una mirada fue suficiente para que sus corazones latieran al unísono. Envíame, respondió en el mismo instante de la llamada.
 
II
Entonces el Señor lo dejó en medio de un valle de huesos secos. El bullicio de aquel lugar no podía ocultar el silencio oscuro que lo habitaba como un velo de muerte impregnado en cada ser. 
Oculta la muerte, se movía a sus anchas y le gustaba llamarse a si misma Legión, porque era grande su poder y sus formas de dominio incontables. A algunos los marcaba con la injusticia y la impotencia agónica que frente a aquella les robaba las fuerzas de la vida. A otros los abrazaba con una soledad que desdibujaba una belleza y un valor que esperaban a ser reconocidos por alguna mínima amistad que nunca llegaba y que dejaba en su corazón un latido mortecino. Y no eran pocos a los que habitaba desde dentro con enfermedades y fracasos que quebraban su esperanza y que les sumían en un estado depresivo crónico en el que la muerte vivía cómodamente. Y, luego, la risa estridente con que paseaba por las calles en la boca de los satisfechos, los enteramente poseídos por la muerte; en el sarcasmo y desprecio de los orgullosos, que se habían olvidado absolutamente de lo que era la vida verdadera y vivían presos de una auténtica euforia mortal.

III
Hijo del hombre -escuchó-, ¿podrán revivir estos huesos? Y antes de contestar ya estaba recorriendo las calles y alentando a los habitantes de aquella gran ciudad muerta disfrazada con vida artificial. Comenzó a profetizar con el tacto de sus manos y con la mirada compasiva de sus ojos, con el afecto inquebrantable de su corazón y la cercanía siempre atenta de su cuerpo, con la verdad reparadora de su boca y con la escucha acogedora de sus oídos. Y así los huesos comenzaron a despertar del letargo impuesto por la muerte.
 
IV
Cuanto más profetizaba y más los corazones desperezaban recobrando la vitalidad perdida, más crecía el resentimiento de la nada con sus ansias de ser todo. Y los huesos engañados por monedas sin valor real para comprar la vida se erizaron y comenzaron a rasgar violentamente la carne de aquel hombre que solo quería despertarles de las trampas de la muerte.
 
V
El valle reveló entonces su verdadera imagen, y aquel Hijo del hombre se encontró atado de pies y manos, herido mortalmente por las fuerzas de la nada empoderada, despreciado y violentado por los huesos afilados, encendidos por las arengas de un pecado que finalmente no les daba nada, porque nada era la vida que lo habitaba.
Y entonces, con solo el corazón abierto en el trance de la muerte recibió el amor de quien solo era amor y siempre le habitaba, que gritaba: Tú eres mi hijo amado, yo te he engendrado hoy. Y aquel hoy sonaba eterno, irreductible, ancho como el mismo mundo y aún más.
Y saltaron por los aires las coyundas del pecado, y su cuerpo luminoso se extendió como una aurora que abarcaba en su horizonte la extensión del ancho valle de las sombras.
 
VI
Aquel Hombre, convertido ahora en luz de vida engalanada, buscaba en los rincones escondidos, sin dejar que ninguno se escapara, y atravesaba las puertas cerradas del miedo a la nada, y vencía toda oscuridad que encontraba.
Y su tacto y su mirada, y el afecto de su corazón y la verdad de sus labios, y la cercanía de su cuerpo dominaron el horizonte; y aquel valle, páramo caótico de huesos secos, se empapó de una luz fecunda que hacía brotar las fuerzas paradisiaca de la vida.
 
VII
Y, por eso, nosotros, aunque todavía peregrinamos en la seca estepa de la nada y las lágrimas no han desaparecido de nuestros ojos y nuestros huesos siguen siendo cortantes, peregrinamos juntos, recogidos en un nuevo horizonte amanecido en la entraña íntima de nuestro mismo corazón. Y, de cuando en cuando, si callamos, podemos escuchar el latido del Amor, omnipotente, que si apenas parece nada lo es todo porque todo vive en él.
Así pues, consideremos que estamos muertos a la nada y al pecado, y vivos para Dios que en Cristo Jesús nos ha abrazado; y caminemos con la cabeza alta y el corazón esperanzado, que ya se escucha sobre nosotros el rumor de vida que siempre nos ha buscado: Vosotros sois mis hijos amados, yo os he engendrado hoy.


Felices Pascuas de Resurrección



Pintura de Berna López

Comentarios

  1. II. Que bueno Paco como describes nuestra sociedad

    III lo que necesitamos
    IV no nos lo creemos aunque lo veamos

    Bonito relato como la vida misma Paco al final estamos aquí para eso no?? Para hacer presente este amor, el amor del Padre

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