LA NOCHE DE PENTECOSTÉS I. No entendía cómo había pasado, pero un día se había despertado teniendo que hacer esfuerzos para respirar. Nunca lo había pensado, respiraba y ya está. ¿Acaso alguien piensa en respirar? Se respira y basta. Pero ahora no. Desde aquella mañana necesitaba poner voluntad para poder hacerlo. Por eso, cada vez más se había obsesionado y tenía miedo de que, antes o después, su voluntad no fuera suficiente para realizar aquel acto antaño tan simple. II. Esperó a dejar de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Qué importaba si él mismo estaba siempre a un paso de perder el aliento. Apenas encontraba aliciente en lo que hacía poco eran sus rutinas más queridas y había perdido la serenidad necesaria para contemplar sereno el fluir cotidiano de las cosas y las personas que hacían de su vida algo evidente y bueno. III. Visitó varios médicos con miedo a la palabra cáncer, pero ninguno encontró en los muchos análisis que le hicieron nada extraño, ninguno alcanzó...
Mañana de Corpus. Apócrifo Habían venido de Jerusalén, de la herrería más famosa de todas las que estaban dispersas por las ciudades estado de aquella zona. Saúl no se conformaba con ser el señor de Israel, el más alto y fuerte, quería hacer brillar su poder, aparecer revestido de una luz divina y por eso trajo a aquellos artesanos que convertían el metal de la tierra en vestidos de luz y fuerza. Después de dos largos meses le entregaron la coraza esperada. Henchido de orgullo, convocó al pueblo en el palacio que había construido en Gabaón y, vestido de la presencia que le daba aquella armadura, salió a la terraza a saludar a todos, o más bien a que todos le saludaran a él. Les pareció que el cuerpo de Saúl se había trasfigurado cuando la luz del sol reposó sobre él. Sin embargo, en aquel mismo momento se le encogió el corazón cuando le comunicaron que el enemigo estaba frente a las murallas de la ciudad. Un enemigo mucho más...
Hoy, con una claridad que asusta, el evangelio nos dice que saber decir quién es Jesús no significa que reconozcamos sus caminos ni mucho menos que los sigamos o queramos seguirlos. Y no porque Jesús no se explique con claridad. Jesús “se lo explicaba con toda claridad”, dice el evangelista, y es precisamente entonces cuando descubrimos (como los discípulos) que no sabemos lo que decimos saber y que no queremos lo que decimos querer. En el fondo, el evangelio de hoy nos pone en guardia contra todas las devociones que encubren las palabras del evangelio, contra todas las acciones religiosas con las que nos sentimos conformes con Dios sin conformar nuestro corazón con el suyo, contra todas las pertenencias a grupos que no quieran vivir una humanidad común porque eso supondría salir de las zonas de bienestar relacional y acoger a aquellos que no son de los nuestros, pero sí que son los de Jesús, aunque sean difíciles de tratar y a veces hagan daño. Una de las etapas del camino cris...
Comentarios
Publicar un comentario