III DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C. (Sof 3, 14-18a; Salmo: Is 12, 2-6; Filp 4, 4-7; Lc 3, 10-18)

Hemos dado muchas cosas por supuestas en nuestra fe. Hemos dado por supuesto que Dios era evangelio y, por eso, olvidándonos de anunciar la alegría que trae, nuestras predicaciones se hicieron moralistas y terminaron por dejarnos delante de una Iglesia leguleya y un Dios juez.
¿Por qué estar en la Iglesia? ¿Por qué cumplir la ley de Dios? ¿Por qué esperar su presencia entre nosotros? Estas preguntas solo pueden responderse afirmativamente si presentimos la alegría que puede traer esa respuesta. Y esto es lo que nos toca buscar en el sobrado olvidado de nuestra fe.
“Alégrate, regocíjate, llénate de gozo, disfruta con todo tu ser”, así se expresa Sofonías. “Gritad jubilosos”, continúa el salmo. Y san Pablo apostilla: “Estad alegres, os lo repito, estad alegres”. Pero, ¿es que el Señor no ve nuestros problemas? Pues claro que sí, nuestra alegría no es fruto de que tengamos un Dios que lo solucione todo, el “anti-grasas” perfecto, sino de que está de nuestra parte, de que su vida nos rodea, de que no hay ningún mal que no choque y se disuelva ante su eternidad que se ofrece como nuestra hogar para siempre; que no hay ninguna pequeñez que sea despreciable a sus ojos, ni pecado que no pueda ser rehabilitado; que no hay ningún valle de lágrimas que sea olvidado y no pueda convertirse en un encuentro jubiloso de vida.
Solo después de haber sentido de alguna manera esto latiendo en nuestro corazón, y sostenidos por los que con nosotros celebran esta fe, podemos preguntar: “¿Qué debemos hacer?”. Se trata de una pregunta que se repite por tres veces en el evangelio animándonos a hacerla nuestra. Porque si Dios es la vida y la alegría futura de la vida, merecerá la pena seguir sus caminos para que esa alegría vaya tomando cuerpo entre nosotros; porque si Dios es amor que se da eternamente merecerá la pena recibir y unirse al Hijo donde ese amor se comparte con nosotros para que alcancemos su gloria.


Dibujo: Alegría (tomado de la web).



Comentarios

  1. Qué debemos hacer? Dice el Evangelio. Nadie quiere hacerla suya mejor mirar para otro lado ante los problemas o sufrimientos ajenos, pensar que total el que tiene cáncer sí se recupera se recupera y ya ,aquí estás tan chulo/a . Si no pues de algo hay que morirse.Es más cómodo mirar para otro lado,qué debemos hacer? Sí lo sabemos pero el coste es demasiado elevado y queremos una vida tranquila sin sobresaltos.( miramos para otro lado).quien quiere que lo crucifiquen ahora.
    Sí Dios es la vida pero para eso hay que tener mucha fe o no tener absolutamente nada y agarrarte a eso porque es lo único que se tiene. O mirar a una imagen de la Virgen de los Dolores y pensar que ella me ayudará, pero como voy yo ayudar a mí prójimo si bastante tengo con lo mío,.
    Dar un donativo pequeño o grande para los afectados por la dana es seguro???o mi conciencia ya está tranquila con eso....
    Gracias por tus comentarios Paco

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