Cuento a modo de meditación. DOMINGO DE PENTECOSTÉS.
LA NOCHE DE PENTECOSTÉS I. No entendía cómo había pasado, pero un día se había despertado teniendo que hacer esfuerzos para respirar. Nunca lo había pensado, respiraba y ya está. ¿Acaso alguien piensa en respirar? Se respira y basta. Pero ahora no. Desde aquella mañana necesitaba poner voluntad para poder hacerlo. Por eso, cada vez más se había obsesionado y tenía miedo de que, antes o después, su voluntad no fuera suficiente para realizar aquel acto antaño tan simple. II. Esperó a dejar de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Qué importaba si él mismo estaba siempre a un paso de perder el aliento. Apenas encontraba aliciente en lo que hacía poco eran sus rutinas más queridas y había perdido la serenidad necesaria para contemplar sereno el fluir cotidiano de las cosas y las personas que hacían de su vida algo evidente y bueno. III. Visitó varios médicos con miedo a la palabra cáncer, pero ninguno encontró en los muchos análisis que le hicieron nada extraño, ninguno alcanzó...
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