SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (CICLO C) (Núm 6, 22-27; Sal 66; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21)
La
bendición de Dios siempre se ofrece como un camino. En el evangelio de hoy se
ve perfectamente. Los pastores que habían recibido el anuncio de la bendición
de Dios (el nacimiento del Mesías) envueltos por la noche y con miedo, deben ir
a donde ha nacido para empaparse de dicha bendición que les hace luego volver “dando
gloria y alabanza a Dios”. Esto mismo sucede con María, que al recibir la
bendición de Dios por medio del ángel (“bendita tú entre las mujeres”) debe
recorrer un camino para ver, como los pastores el signo de la bendición y, como
ellos, cantar las alabanzas de Dios ahora delante de su prima Isabel (Magníficat).
Jesús,
bendición definitiva de Dios porque nos ofrece la vida de amor eterna y por
tanto la paz y la justicia vivida en comunión, se ofrece a principio de año
como bendición en camino. El mismo dirá: “Yo soy el camino”, pero un camino con
el horizonte abierto de plenitud y gloria.
Así
pues, en este día se nos invita a recibir la bendición con fe como los
pastores, como María, poniéndonos en camino para que se haga presente en
nosotros y podamos cantarla y testificarla como esperanza para todos. Así que
todo empieza en nosotros por la fe, como Isabel dijo a María y ella nos recuerda:
“Dichosa tú que has creído porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá”. Dichosos
nosotros si creemos y nos ponemos en camino porque lo que hemos escuchado se convertirá
en visión y vida.
Pintura de Ellie Wilson, Ángeles.
Comentarios
Publicar un comentario