DOMINGO DE RAMOS. CICLO C (Lc 19, 29-44)
¿Qué es lo que necesita de nosotros Jesús en estos días que hoy comenzamos? Es importante preguntárnoslo para no errar el tiro, para no quedar con él en una puerta por la que no quiere pasar y terminar entrando en Jerusalén con un simple maniquí.
Jesús encarga ir a buscar un burro, un simple burro, porque quiere entrar en Jerusalén alegre y humilde, como había anunciado Zacarías del mesías al que todo el mundo esperaba, sin embargo, vestido de poder. Pero él manda preparar un burro, no un caballo, signo de la victoria militar. No. Un simple y humilde burro para entrar mostrando su victoria sobre la soberbia, sobre la codicia, sobre el lujo, sobre la prepotencia. Y cuando los discípulos lo ven así, humilde para los humildes, “llenos de alegría, estallan en gritos de alabanza a Dios”, como había hecho María al principio del evangelio.
Luego, un poco más adelante, Jesús
encargará a otros dos discípulos preparar la comida y a un desconocido dejarle
una habitación para compartir la vida para siempre. Así de simple, preparar una
comida que haga memoria de la acción fiel de Dios y una habitación donde pueda
tener esa intimidad necesaria para que escuchen lo importante: que su
vida es solo para dar vida.
Y quizá esto es lo único que nos pida
también hoy. Nos pregunta si queremos preparar un burro y acompañarlo
humildemente, y si queremos recogernos en algún momento de intimidad con él
para que haga comprender a nuestro corazón lo que pasa en ese momento de
eternidad, que es su entrega en la cruz hecha pan y vino de resurrección.
Todo lo demás se sostiene si entra en esta lógica. Si no, quizá quiera acallar al verdadero Jesús como hacían los fariseos a la entrada de Jerusalén.
Pintura de Alexander Antonyuk, Entrada en Jerusalén.
Comentarios
Publicar un comentario