Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2025

Adviento'25. Pequeña meditación

Imagen
 

I DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. (Is 2,1-5; Sal 121; Rom 13,11-14a; Mt 24,37-44)

Imagen
Durante la semana que precede al primer domingo de adviento el evangelio de la misa ha descrito la plenitud caótica de un mundo en manos de sí mismo: de su finitud torpe y agresiva, de su historia injusta y violenta, de su soledad y sus angustias (Lc 21). Hoy al inicio del adviento la palabra de Dios afirma, como una buena noticia, apenas creíble: “En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor y hacia él confluirán todos los pueblos”. ¿Quién, creyente o no, no ha esperado esta ciudad donde la finitud, el mal y la soledad angustiada se difuminen? Quizá el recuerdo que hace Jesús de los tiempos de Noé en el evangelio de hoy sea una invitación a abrir los ojos a esta situación que siempre acompaña a la humanidad y de la que intentamos escapamos habitualmente a base de las distracciones que terminan por dejarnos a la intemperie, desnudos ante la inevitable verdad del mundo tal y como es. El adviento nos anuncia que hay un espacio para cimentar una vida justa, compartida, c...

DOMINGO XXXIV. Jesucristo Rey del Universo (2Sam 5,1-3; Sal 121,1-5; Col1,12-20; Lc 23,35-43)

Imagen
A los creyentes la fe nos parece evidente, clara, salvífica, inmediata al menos en un primer momento, cuando aún es solo una forma de pensar y de relacionarse con un Dios ideal, compañero, bueno, inmediato también. Sin embargo, un día la carne de nuestra historia personal se espesa con sus contradicciones, con la ambigüedad de sus deseos, con la angustia de sus sufrimientos, con el peso muerto de la muerte; la carne de nuestra historia compartida tropieza con sus tensiones, sus conflictos, sus traiciones, sus injusticias, su violencia. Nuestra realidad vivida nos saca del mundo ideal de nuestros pensamientos y nuestros sueños, y la fe entra en un desierto donde se hace oscura, impaciente, quejosa, dubitativa. Allí, en ese instante de nuestra vida, la fe es crucificada, y intenta, como puede, no caer en el abismo del sinsentido y la nada. Y, allí mismo también, nuestra fe es buscada, más allá de sus quejas y sus enfados, por el rostro sufriente de Cristo que nos llama a confiar con su m...

Conferencia: Espiritualidad humana - Espiritualidad cristiana

Imagen
    Para ver el video haga link en este enlace

DOMINGO XXXIII. DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Mal 3,19-20a; Sal 97,5-9; 2Tes 3,7-12; Lc 21,5-19)

Imagen
¿Qué queda si te lavas la cara y desaparece el maquillaje, o si dejas de utilizar desodorante?, ¿qué sucede si la ropa que más te gusta se apolilla, si el coche y el reloj que son tu orgullo no funcionan?, ¿qué pasa si pierdes la voz y no puedes hacer los chistes que tú sabes o asombrar a los que te escuchan con tus profundas reflexiones?, ¿qué pasa si te empiezan a fallar las piernas o si tus ojos pierden su visión?, ¿qué sucede si tienes que pasar el día sin tu smartphone o tu perro se muere?, ¿qué pasa si los amigos de la partida de siempre ya no están o los personajes de la tele que has hecho tus amigos te empiezan a aburrir?, ¿qué pasa si la misa ya no es lo que era porque el nuevo cura es un pesado sin sensibilidad o si pierdes aquel pequeño espacio sin ruidos que era el lugar de intimidad con Dios mismo?, ¿qué pasa si de repente nadie te entiende y te quedas más solo que la una porque los que te rodean están más a gusto dejándose llevar por la indiferente tranquilidad de este m...

DOMINGO XXXIII. DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN. CICLO C (Ez 47,1-2.8-9.12; Sal 45; 1Cor 3,9-11.16-17; Jn 2,13-22)

Imagen
No deja de ser paradójico que cuando celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán en Roma, donde tiene su sede episcopal el papa y por eso signo de toda iglesia, se nos invite a escuchar el evangelio de la destrucción simbólica del tempo por parte de Jesús. Como al templo de Jerusalén los israelitas, los cristianos subimos a nuestras iglesias para encontrar, como dice Ezequiel, el agua que procede de Dios, y que es su propia vida porque sabemos que es ella la que nos hace fecundos.   Pero, desgraciadamente, muchos ya no ven nuestras iglesias como manantiales donde descansar y retomar su vida, donde encontrar lo que puede hacerla fecunda. Y, si es verdad que una de las razones es la seducción que suponen los espejismos de vida que ofrece nuestra sociedad, hoy la entrada de Jesús en el templo puede hacernos reflexionar sobre si otra de las razones es que hemos contaminado con nuestras propias miserias el agua viva que debe brotar en la Iglesia y que es Cristo mismo.  El gra...