Luz de Luz (Relato apócrifo para la fiesta de la Transfiguración)
Todavía se podían encontrar en nuestras
bibliotecas libros que hablaban de una claridad diáfana con la que determinados
días la luz podía visitar la ciudad sembrando su brillo incluso en el rostro de
las cosas. Sin embargo, esta claridad se había hecho extraña, esquiva y solo
conocíamos aquella otra claridad difuminada, contaminada por el peso de la
torpe actividad humana en nuestro medio ambiente, que impregnaba también
nuestro corazón arrancándonos la vitalidad, y que no nos permitía ver con
nitidez la figura real de nuestro mundo.
Decían estos libros, apenas solicitados
ya, que la luminosidad con que esos días vestía la mañana otorgaba una belleza
interior a las cosas y a las personas a la que incluso el más obtuso no podía cerrar
los ojos y asombrarse de todo lleno de felicidad. En aquel ambiente, los que
seguían leyendo esos textos no sabían a ciencia cierta si aquella luz había
sido alguna vez real o si era el fruto de un sueño poético en una ciudad en la
que el aire nunca dejaba de vestir partículas de plomo, monóxido de carbono y dióxido
de azufre, y en la que la protección con la que salíamos a la calle nos había
alejado a los unos de los otros hasta hacer que no nos reconociéramos cuando
nos cruzábamos. Ahora llamábamos día a una mezcla de claroscuros que,
ofreciéndonos la realidad, no nos dejaba percibir aquella sustancia, que éramos
nosotros mismos, destinada a resplandecer y hacer resplandecer lo que tocara. Pero
ya estábamos acostumbrados, y fuimos olvidando la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo,
y acostumbrándonos a respirar esa otra luz cancerígena que nos cerraba los
pulmones y nos cegaba el corazón. Una luz que mantenía la vida, pero agotaba la
respiración pues no ofrecía un horizonte nítido a nuestros pasos. Una luz que dejaba
ver la presencia de los otros, pero retenía su verdad con la sospecha de que,
incluso lo que nos parecía bello, podía no ser más que una máscara.
Fue aquel día, mucho después de lo innombrable,
cuando el rumor de una presencia comenzó a buscarnos atravesando los cristales de nuestros refugios sin romperlos ni
mancharlos, invitando a la vida a desprenderse del miedo a la contaminación.
Invitaba a salir a la calle y dejarse envolver por una mirada de luz nueva para
la que no teníamos nombre y que a su paso hacía resplandecer desde dentro
nuestra imagen olvidada. Una luz que abría el horizonte arrancándonos de la
cotidiana y triste penumbra que todo lo abarcaba y en la que había desaparecido
el encanto de las cosas.
Nada ni nadie parecía extraño para esa
mirada que nos buscaba y que era capaz de atravesar las sombras más pétreas.
Mirada de luz que, por otra parte, parecía no dar nada más que un espacio para
que nuestra vida manifestara libre su belleza. Una belleza que ahora se nos otorgaba como un regalo inesperado que sin
saberlo nos acompañaba desde siempre.
De todos modos, no era fácil soportarla,
pues entraba como un cuchillo afilado atravesando la carne oscurecida y
abriéndola a su verdad escondida, ocultada, dejándonos en una desnudez y una vulnerabilidad
extrema. Quemaba la luz y se hacía difícil soportarla el tiempo necesario para
recibir de ella una vida nueva liberada de toda sombra. Por eso, la atracción primera
solía dejarse vencer por el miedo y las rutinas que la contaminación había
impuesto. Por eso la mayor parte, incluso después de haber sido visitados por
el brillo fascinante de aquella mirada, no terminaban de entregarse a ella.
Aun así, aquel día cambió nuestro mundo.
Una chispa de luz se apegó a la carne y se extendió como fuego por un
cañaveral. Y aunque siempre parece oculta como el fuego de una lumbre que, invisible,
solo se conserva en el interior de un tronco en apariencia ya apagado, bastaba
creer para que, detrás del gris ceniza suspendido en el ambiente, se iluminara la
mirada que nunca se cansaba de desnudarnos para vestirnos con su radiante hermosura
de luz.
Necesitamos ésa Luz para resplandecer y hacer resplandecer
ResponderEliminar" que digo no la necesitamos YA LA TENEMOS , tenemos que sacarla fuera de nosotros mismos, sacarla al mundo.
Ojalá todos podamos sacar la LUZ...
Gracias.