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Mostrando entradas de julio, 2024

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO (2Re 4, 42-44; Sal 144, 10-11.15-16.17-18; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15)

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Todos lo sabemos de manera inconsciente, aunque no siempre lo pensamos si no es para hacer negocios. ¿Qué es lo que sabemos? Pues que la realidad puede dar de sí, que su verdad no es lo que vemos a primera vista, que tiene escondido en su interior un mundo inmenso de posibilidades. Para la mirada de la fe esto significa que la realidad puesta en nuestras manos está para que la dominemos, como dice el relato de Génesis 1. Pero dominarla no significa en ese texto simplemente someterla, sino forzarla a dar de sí para que se convierta en lo que quiere ver Dios mismo: algo bueno, bello; para que pueda ser disfrutada por todos y cada uno de los hombres y mujeres para los que Dios la ha creado. Y esto es algo de lo que significa el relato de la multiplicación de los panes, en el que al fijarnos en la sobreabundancia hemos de tener cuidado para no confundirnos, pues se trata de la sobreabundancia que tiene escondida nuestra propia vida (la del muchacho que pone los cinco panes y dos peces)

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)

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¿Cómo se puede descansar en un deserto?, porque esto es lo que les propone Jesús a los discípulos cuando vuelven a él después de la misión que les había encomendado. Es necesario pensar esto, porque el desierto es un lugar de muerte y allí el descanso remite a otra cosa: “Descanse en paz”, decimos. ¿Descansar en la muerte? ¿Es esto lo que quiere decir? Quizá sí, pero ¿en qué sentido? Los trabajos humanos nos agobian en especial por dos cosas. Porque son excesivos para nuestras fuerzas, es decir se nos imponen desmedidamente por parte de otros, o porque pretendemos hacer más de lo que podemos para dominar y exprimir nuestro espacio de vida. Es decir, por la opresión y porque no medimos nuestras fuerzas. Una y otra razón se apoya en que queremos hacer de nuestro el mundo un paraíso y, sin embargo, este termina siempre por ser un desierto de muerte. Pero esto no lo pensamos, vivimos como si fuéramos eternos o como si pudiéramos serlo a base de nuestro esfuerzo. Es aquí donde aparece el de

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (Am 7,12-15; Sal 84, 9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13)

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A veces pienso que en la Iglesia nos ha pasado lo que ya advertía Jesús a su generación. Él estaba en medio con fuerza para expulsar demonios y, sin embargo, estos, dice el texto, se volvieron más listos para engañar a los hombres y la situación resultó peor (Mt 12,43-45). Pues, ¿acaso no terminó Jesús en la cruz condenado y abandonado por los suyos (Jn 1,11)? Es verdad que hoy, en este cambio de sociedad tan radical que estamos viviendo hemos de pensar las estructuras de la Iglesia y sus doctrinas para diferenciar la forma de su sustancia, lo histórico de lo eterno. Pero, sin duda, lo más difícil es ponernos ante el Señor, frente a frente, y dejar que él expulse de nosotros todos nuestros demonios. Unos demonios que muchas veces utilizan incluso frases y pensamientos de Jesús para hacernos creer que estamos con él cuando solo estamos con nosotros mismos. ¿Cómo si no distinguiremos lo verdadero de lo falso? Ayudar en esta tarea es la misión de aquellos a los que el Señor eligió como op

EL ESCAPULARIO (Relato breve para comenzar la novena del Carmen)

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DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (Ez 2, 2-5; 23-24; Sal 122, 1-4; 2Cor 12, 7-10; Mc 6, 1-6)

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No fue fácil reconocer la presencia de Dios en Jesús. Estaba demasiado pegada a la vulgaridad de nuestras cosas. No fue fácil. Solo había que mirar a sus parientes para desconfiar de que Dios se hiciera presente en él. Y, sin embargo, algo había en él que sorprendía, que atraía, que provocaba, que no dejaba indiferente a nadie. Pero este algo podía caer del lado del seguimiento o del escándalo. Y así sigue siendo. ¿No somos hoy sus hermanos, los creyentes, demasiado vulgares también? Y ¿no difuminamos igualmente, con esta vulgaridad tan pegada a la vida del mundo, el brillo de su presencia y de su gracia? ¡Tantos se escandalizan al tropezar con este envoltorio que lo hace presente hoy y que somos nosotros mismos! Y, sin embargo, aquí se muestra la humildad y la misericordia de su presencia que habita en el mundo como una semilla a la que no terminamos nunca de dejar nacer, pero que, incluso así,  va fecundando pacientemente la vida del mundo. Y a nosotros nos toca, como a los discípulo