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Mostrando entradas de septiembre, 2024

Comunión

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DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO (Num 11, 25-29; Sal 18, 8-14; Sant 5, 1-6; Mc 9, 38-48)

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  Aunque continuamente estamos tentados en pensar que Dios nos ha elegido para salvarnos (por eso hemos hecho muros tan altos entre los que estamos dentro de la Iglesia y los de fuera), la verdad es que Dios nos ha elegido para hacernos testigos de su salvación, para celebrarla, para ofrecerla y para reconocerla allí donde se expresa.    Porque en Dios no existe eso de los suyos y los otros, como parece pensar el discípulo que comenta a Jesús que uno que no es “de los nuestros” echa demonios en su nombre. Y la razón es que Dios nos ha creado a “todos” para hacernos partícipes “a todos” de su vida exuberante, y no ceja de buscarnos “a todos” estemos donde estemos. Lo importante para quien ha descubierto esto y se ha dejado abrazar por la gracia inmerecida de la fe que vivimos en la Iglesia es hacerse testigo y alegrarse de esos lugares donde Dios, incluso si no está vestido de Dios, actúa para la salvación de todos. Por eso, en la segunda parte del evangelio Jesús advier...

'Tolle, lege'. Reflexiones teológicas sobre la lectura

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Lección inaugural en la inauguración del curso 2024-25 de la Universidad Pontificia de Salamanca (25-9-2024) Lección pronunciada  https://www.youtube.com/watch?v=McoWYVQZvXQ (a partir del minuto 39'46) Texto íntegro:  http://www.entretiempodefe.es/tollelege.pdf

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO (Sab 2,12.17-20; Sal 53,3-8; Sant 3,16–4,3; Mc 9,30-37)

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Repetimos continuamente en la fe y en la predicación y en la teología que el centro de la vida cristiana es el Misterio Pascual, el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Sin embargo, no es fácil comprender este misterio como lugar de nuestra realización. Sufrir la muerte la sufrimos, la lloramos, la nuestra y la de los nuestros, pero encontrar en ella, en toda muerte y en la muerte de todo, un sentido o al menos un lugar donde poder realizar nuestra vida (¡realizar!, ¿qué significaría esto?). No entendemos y no queremos pensarlo. Y es comprensible. Por otra parte, vivimos y gozamos del poder de la vida, de su exuberancia que sobrepasa muchas veces lo planificado y lo esperable, y confiamos en que haya más, y que la haya más allá de nuestro poder, que haya vida eterna para la vida. Y soñamos. Todos, incluso sin fe.  Y Jesús reúne este misterio de muerte y vida, de vida y muerte, en él, y lo pone confiadamente en manos del Padre y así este misterio de vida humana se conv...

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO (Is 50, 5-9a; Sal 114, 1-9; Sant 2, 14-18; Mc 8, 27-35)

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Hoy, con una claridad que asusta, el evangelio nos dice que saber decir quién es Jesús no significa que reconozcamos sus caminos ni mucho menos que los sigamos o queramos seguirlos. Y no porque Jesús no se explique con claridad. Jesús “se lo explicaba con toda claridad”, dice el evangelista, y es precisamente entonces cuando descubrimos (como los discípulos) que no sabemos lo que decimos saber y que no queremos lo que decimos querer. En el fondo, el evangelio de hoy nos pone en guardia contra todas las devociones que encubren las palabras del evangelio, contra todas las acciones religiosas con las que nos sentimos conformes con Dios sin conformar nuestro corazón con el suyo, contra todas las pertenencias a grupos que no quieran vivir una humanidad común porque eso supondría salir de las zonas de bienestar relacional y acoger a aquellos que no son de los nuestros, pero sí que son los de Jesús, aunque sean difíciles de tratar y a veces hagan daño.  Una de las etapas del camino cris...

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (Is 35, 4-7a, 12. 27-33; Sal 145, 7-10; Sant 2, 1-5; Mc 7, 31-37)

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En el evangelio de hoy, Jesús cura a un sordo que empieza luego a hablar correctamente porque antes apenas podía. Pero, ¿qué significa para Dios que alguien oiga y luego hable correctamente? “Escucha Israel”, así comienza el credo del pueblo de Israel. Sin esta escucha de Dios nada empieza bien, y “lo que mal empieza…”. Toda la predicación de Jesús es un grito para que se abran nuestros oídos al evangelio de la vida. Pero, ¿quién lo escuchó?, ¿quién lo escucha? Sabemos que “no hay más sordo que el que no quiere oír”, y demasiadas veces nos hacemos los tontos ante su evangelio con esa sordera selectiva que comienza ya en Adán cuando recuerda que Dios le dijo que todo era para él, pero no escucha que no lo puede coger todo a riesgo de morir en su afán de posesión. Aunque también es verdad que nuestra escucha está prisionera, antes de que queramos, de palabras falsas que otros pusieron en nuestro corazón. Con su ministerio Jesús quiere abrir el entendimiento del corazón y no solo el d...