Repetimos continuamente en la fe y en la predicación y en la teología que el centro de la vida cristiana es el Misterio Pascual, el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Sin embargo, no es fácil comprender este misterio como lugar de nuestra realización. Sufrir la muerte la sufrimos, la lloramos, la nuestra y la de los nuestros, pero encontrar en ella, en toda muerte y en la muerte de todo, un sentido o al menos un lugar donde poder realizar nuestra vida (¡realizar!, ¿qué significaría esto?). No entendemos y no queremos pensarlo. Y es comprensible. Por otra parte, vivimos y gozamos del poder de la vida, de su exuberancia que sobrepasa muchas veces lo planificado y lo esperable, y confiamos en que haya más, y que la haya más allá de nuestro poder, que haya vida eterna para la vida. Y soñamos. Todos, incluso sin fe. Y Jesús reúne este misterio de muerte y vida, de vida y muerte, en él, y lo pone confiadamente en manos del Padre y así este misterio de vida humana se conv...