DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Eclo 3,17-20.28-29; Sal 67,4-11; Hb 12,18-19.22-24a; Lc 14,1.7-14)

Al principio del evangelio de hoy, como de refilón, aparece un tema especialmente importante. Jesús entra en escena en medio de un grupo social, los fariseos, y ellos -dice el texto “lo estaban espiando”. Es un poco extraño, porque es un invitado y no parece normal que a un invitado se le espíe. Por eso, me atrevo a ver aquí una actitud inconsciente que habita nuestra relación con Jesús. Hemos de decir, aunque creamos lo contrario, que siempre que leemos el evangelio, Jesús aparece como un extraño, es decir, no sujeto a las convenciones, los prejuicios y los intereses que marcan la vida de los que le rodean. Y sentimos que tampoco a los nuestros. Jesús no suele coincidir sin más con lo que pensamos, con lo que sentimos, con lo que hacemos. Y esto es lo que hace que en un primer momento caiga siempre bajo la mirada de nuestro juicio. Así interpreto yo el verbo espiar en este texto, como mirar juzgando. Jesús se manifiesta extraño porque de su corazón nace una mirada que interpreta todo ...