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Mostrando entradas de agosto, 2025

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Jer 38,4-6.8-10; Sal 39; Hb 12,1-4; Lc 12

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“Creéis que he venido a traer paz al mundo? Pues no. He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!”, dice Jesús en el evangelio de hoy. ¿Quién de nosotros, los creyentes, no ha experimentado, cuanto más se acerca a Dios, que la paz que buscamos en él se mezcla con un temor difuso? No se trata de miedo al castigo por ser unos pecadores, porque cuanto más nos acercamos a él más lejos estamos de esas ideas primarias de un Dios iracundo y arbitrario. No, se trata de la conciencia de que Dios para habitarnos, para llenarnos de su paz, tiene que destruir todo lo que en nosotros no coincide con su amor, todo lo que son apaños para buscarnos la vida, apaños muchas veces tramposos y miserables. Por eso, la mayor parte de nosotros, los creyentes, vive en ese lugar intermedio donde reina la mediocridad. Y, por eso, cuanto más se acerca Dios a nuestras vidas más sentimos que todo se descompone. Esto sucede cuando se nos predica un amor como el suyo, cuando se nos pre...

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (Ap 11,19a; 12, 1.3-6a.10ab; Sal 44, 10-12.16; 1Cor 15,20-27a; Lc 1,39-56)

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No es extraño que a veces se confundan las palabras y hablemos de la ascensión de María en vez de la asunción, y la verdad es que tampoco es un problema excesivo, porque lo que acontece en ella es justo lo que aconteció a la humanidad de Jesús en su resurrección o ascensión (dos formas de subrayar lo mismo en sus diversas dimensiones), como dice la segunda lectura de hoy: “Primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo”. Pero, si bien es verdad que el hecho de la asunción habla de la situación final de María, es necesario fijarse en el proceso de la asunción, que me gusta identificar no solo con el ser recogida y hecha partícipe  de la gloria de Dios  en un momento dado  (“el tránsito”), sino con el proceso por el que ella se deja llevar colaborando con el Espíritu, haciendo de su humanidad un espacio para que se desarrolle la misma vida de Dios. En este sentido, su “hágase” confiado en que podía dar a luz la vida de Dios en su hijo ...

10 ORACIONES MÍNIMAS

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DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Sab 18, 6-9; Sal 32,1.12.18-19.20.22; Hb 11,1-2.8-19; Lc 12,32-48)

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Quizá sea la avaricia la plaga más mortal que asola nuestro mundo desde el principio. La avaricia como deseo de posesión que nunca se conforma con nada, por más que tenga. El virus de la avaricia es el miedo. Miedo a no ser, a no tener vida, a no sostenernos en ella. Miedo a nuestra pequeñez y a nuestra limitación. Por eso, Jesús empieza el evangelio de hoy con la invitación a no tener miedo: “No temáis, pequeño rebaño”, porque el miedo es el fondo oscuro de nuestra vida, el lugar donde habita y se genera “el lado oscuro de la fuerza”, que dirían los seguidores de  La guerra de las galaxias , aquella tiniebla que puede absorber nuestros mejores dones. El deseo de bienes responde a la necesidad de no dejar espacios vacíos que nos recuerden que somos limitados y que no podemos sostenernos a nosotros mismos. Y esto solo se cura con la confianza en que hay quien nos sostiene, no solo en el espacio cerrado y limitado del tiempo de nuestra vida, sino en la raíz de nuestro ser; con la con...

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C (Eclo 1,2; 2,21-23; Sal 89, 3-6.12-14.17; Col 3,1-5.9-11; Lc 12,13-21)

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En 1735 Antonio Vivaldi puso música a un texto antiguo titulado Nulla in mundo pax sincera , que podría traducirse libremente como Todo en el mundo es engañoso . Es ciertamente paradójico porque el motete habla de cómo el brillo del mundo tiene fuerza para ocultar su sabor a muerte, pero no para vencerla, poniéndonos en guardia también frente a su propia belleza. que apunta a algo distinto del él como en un espejo . En el evangelio de hoy se habla de esta sensación que los seres humanos tenemos ante las riquezas del mundo. Se habla de los bienes materiales, aunque podríamos aplicarlo también a las personas y la atracción que sentimos ante ellas. Percibimos el poder de vida de las cosas y queremos apropiarnos de ellas, sentimos el valor de los otros y queremos apoderarnos de él, pero cuando lo hacemos vemos que no tienen vida en sí mismos, sino que solo reflejan fugazmente algo más profundo que no puede ser dominado. La envidia y la codicia de la que nos habla el evangelio de hoy descri...