Inadaptados
El ser humano
nunca está del todo cómodo en el mundo porque antes o después tropieza con
contradicciones irresolubles. Y es que la vida no es un puzzle con piezas
predefinidas que encajan perfectamente construyendo así una imagen acabada si
uno se esfuerza lo necesario y tiene un poco de paciencia.
Esta es la
razón por la que los seres humanos buscamos de continuo ‘pócimas’ que
transformen las contradicciones cotidianas en espacios armónicos donde todo se
desarrolle plácidamente. Intentamos crear sociedades con roles predefinidos y
formas unánimes, y expulsamos a los inadaptados; intentamos que las relaciones
se ajusten a lo que necesitamos, y por eso tendemos a someter a los demás a
nuestras formas de ver y organizar la vida; intentamos proteger la vida de toda
amenaza, y por eso somos tan supersticiosos… Y lo peor es que como no lo
conseguimos nos enzarzamos en acusaciones que nos enfrentan y que nos hacen
sufrir aún más.
En este
contexto podemos decir que la fe cristiana es la religión de la inadaptación.
Jesús la vivió como algo propio, lo que le permitió entender y acoger a los expulsados
del orden social. Además, finalmente, murió condenado por los ‘demasiado’
adaptados que querían que todo fuera como ellos ‘necesitaban’. Él, que era la
Vida, acogió en sí mismo la muerte, “y muerte de cruz”, dice san Pablo. La cruz
se convierte de esta manera en el signo de fe que nos indica que la vida no es
redonda y que debe acogerse con sus contradicciones porque solo Dios a su
tiempo, un tiempo que nosotros no sabemos medir y muchas veces no entendemos y
nos saca de quicio, podrá llevarla a plenitud. Por ejemplo, nuestro cuerpo no
responde siempre como queremos o necesitamos, nuestro carácter nos hace sufrir
porque no se adapta a lo que nos gustaría o ‘debiera’ ser, nuestra voluntad es
demasiado poco voluntariosa o demasiado exigente, nuestras relaciones no
terminan por ajustarse a lo que esperamos unos de otros, y así sucesivamente.
Lo que
necesitamos verdaderamente no son pócimas mágicas, sino amor. Amor a lo real
tal y como es, sin renunciar a mejorarlo, pero sin dejar de amarlo cuando no se
deja modelar. Amor a nuestro ser y al ser del mundo en su pequeñez, en su
contradicción, en su fragilidad; amor a los demás en su desesperante
in-coincidencia con nuestras perspectivas.
La fe
cristiana es realmente la religión de la inadaptación abrazada por el amor.
Esto es lo que hizo Dios con un mundo que no se adaptaba a su ser, pero que
necesitaba su vida, y que se reveló hasta el extremo en la cruz de Jesús. Y
esto es lo que se nos pide a todos los cristianos: amar sin condiciones y
confiar. Amarnos a nosotros mismos, con todas nuestras contradicciones, como
Dios nos ha amado; y amar a los que nos rodean, aunque no coincidan con
nuestras expectativas, incluso si son nuestros enemigos, como Dios les ama.
Esto nos traerá sufrimiento, es verdad, pero al menos será un sufrimiento de
vida que marque al mundo con una esperanza que sobrepasa toda
contradicción.
Este es el
camino y Dios va delante.
Pintura de Jean Michel Alberola. Estudiar el cuerpo de Cristo.
Yo no lo podría haber dicho mejor amar sin condiciones y confiar éso es lo que necesita nuestro mundo.
ResponderEliminarHay tanta gente o mejor dicho todos necesitamos de este amor,
Somos nosotros mismos los que ponemos los peros...
Gracias gracias Paco